miércoles, 3 de octubre de 2012

Bajo la fronda de un árbol


Nos pasamos varias semanas buscando el Árbol de la Vida.  Este árbol era especial. Las delicadas manos de los artesanos mexicanos nos brindaban diferentes opciones.  Pero lo que buscábamos en esta ocasión no era una de los hermosísimas obras de arte que hacen con barro en Metepec.  Queríamos un árbol hecho de hoja de lata idéntico al que una vez compramos hace casi ya 28 años.  Lo sencillo lo hace hermoso. Este Árbol hoy está empacado y listo para viajar pues un muro destinado a él ya lo espera.   Lo curioso del caso es que la búsqueda de este árbol se entretejió con el proyecto de tratar de conectar algunas de las ramas de una parte de la familia y por ende el descubrimiento de historias que parecerían cuentos.

Un Árbol de la Vida simboliza la mitología, la filosofía de alguna parte del mundo.  Un Árbol de la Vida representa la interconexión de todo lo vivo en la tierra.  Un Árbol de la vida es la alegoría de la evolución de todo ser viviente.  Y cada uno somos parte de nuestro propio árbol.
¿Quién comenzó a escribir nuestras historias? ¿Cómo fue nuestra familia? ¿Cómo fue cada niño, adolescente y adulto que despidió a su antecesor quien le cedió el lugar en la cadena descendiente?   Todo está entrelazado. Todos podríamos rastrear nuestra raíz, todos somos parte de un árbol.  Y no hay árbol que el viento no haya sacudido.  

Un árbol es una de las formas de organización más extraordinarias del mundo vegetal.  El tronco se une a la tierra a donde encuentra los nutrientes y sus bifurcaciones o ramas que se extienden hacia el  cielo -hacia la luz- son las portadoras de hojas, flores y frutos.    El engrosamiento del tronco le proporciona estabilidad y le asegura longevidad y solidez.   Su ciclo evidente de acuerdo a las estaciones del año brinda la similitud con la caducidad de vida humana ante el paso del tiempo, pero gracias a su capacidad de renacimiento el árbol es simbolo de vida en casi todas las culturas.    

Con sus ramas que se extienden hacia el cielo y firmemente enraizado a la tierra, mitológicamente es un enlace entre el cielo, la tierra y el inframundo, al igual que un símbolo femenino que da frutos.  
En la mitología judeo-cristiana, el árbol es el  centro de ambos paraísos terrenales y celestiales.  La cosmología nórdica presentaba el árbol con sus raíces en el inframundo mientras que sus ramas daban cobijo a sus dioses.  El sicómoro en Egipto era el umbral que se conectaba entre la vida y la muerte.  Para los Mayas era la Ceiba sobre la cual descansaban los cielos. 

La simbología del árbol renaciendo y su continua regeneración fortalecían desde la antigüedad el principio de inmortalidad.  La higuera original (Ficus Religiosa) bajo la cual el Buda alcanzó el estado de iluminación era originaria del norte la India junto al río Ganges.  La leyenda dice que la higuera murió al paso de los años pero antes que esto sucediera una mujer noble tomó un brote para sembrarlo en Anuradhapura.   

Por el mundo entero abundan los mitos relacionados con distintos árboles. El Dios nórdico Odin recibió el regalo del lenguaje mientras colgaba de cabeza en un Fresno.  El árbol celestial en la mitología judeo-cristiana está al centro de la creación y es de donde parten los ríos que bañan la tierra.  El Tuba, árbol que aparece en el Corán proporciona vino, leche y miel desde sus raíces.
Estos árboles cuyo regalo es la inmortalidad no eran fáciles de encontrar.  Mitológica y simbólicamente fueron siempre un reto para descubrir pues estában celosamente  protegidos.  

El Árbol de la Vida en el Antiguo Testamento estaba resguardado por un Serafín- celosamente transformado en serpiente- con una espada en flamas.  
Para poder robarse las manzanas del Arbol de la Sabiduría, Hércules tuvo que luchar contra un dragón de siete cabezas.  
La leyenda Maya dice que en el tronco y raíces de la Ceiba vivía una serpiente enroscada, y Naga la serpiente en la India protege constantemente el árbol del Buda.  

Algunos dioses tomaron forma de árbol y en algunas mitologías, el árbol mismo es una deidad como el dios sumerio Dammuzi o Brama en la India.  El árbol del mundo bizantino representa la omnipotencia de un Dios cristiano.  En las imágenes del Cábala, el árbol se representa de forma invertida explicando así la ruta para el crecimiento espiritual.

El Tejo es un árbol considerablemente importante en nuestra flora y de gran valor histórico por su longevidad excepcional.  El mito que lo rodea y que le otorga poder es aquel que dice que en los claustros de Bretón del Tejo brotó el bastón de San Martín y fue por eso que se le consideró sagrado por los príncipes de Bretaña quienes se decía oraban bajo su sombra antes de entrar a la iglesia.  Supuestamente ni las aves comían de su fruto y nadie osaba tocarlo.  Un día una banda de piratas cortó algunas ramas para formar arcos. Dos de ellos cayeron y murieron de inmediato.  El árbol aún permanece en pie.

Las leyendas son un fenómeno distinto de los mitos. Muchas son prácticamente ficciones que se dice son ciertas y no se centran en eventos y sucesos que son incomprensibles sino más bien se asocian con lugares, individuos y sucesos en particular.  Es así como el Gran Roble del Bosque de Sherwood donde Robin Hood mantenía su guarida es ahora un sitio turístico, y aunque el hecho está en constante disputa, se dice que el Pequeño Juan talló su arco a partir de una rama del famoso árbol de Tejo.
La pieza estuvo expuesta en el Museo de Wakefield y pasó luego a manos de un coleccionista privado. La gente visita también el Tejo en Doveridge el cual se calcula tiene más de 1,400 años pues de nuevo según la leyenda fue bajo su sombra que Robin Hood contrajo nupcias con Lady Marian.

Se dice que los árboles son como gladiadores pues pese a la desventaja que enfrentan, permanecen de pie en condiciones extremas.  Esta fuerza es lo que ha hecho que estén ligados a tantos simbolismos.  Sus raíces bien ancladas a la tierra los alimentan, su fronda obtiene energía que lo rodea, su tronco les da el apoyo material que los sostiene como unidad.  

Estos elementos son los que nos proporcionan el símbolo y el sentir que necesitamos cuando escogemos visualizar nuestros propios paisajes.  El sentido de pertenencia es algo que todo ser humano busca. La raíz es lo que ancla al individuo y la fronda es símbolo de nuestra herencia, de nuestra historia particular relacionada con los otros que forman parte de nuestras vidas o que han pasado y dejado huella en ellas.  El tronco simboliza nuestra necesidad constante en la búsqueda de una fuerza interior.  La longevidad del árbol también ha encontrado similitudes en la expresión corporal y facial humana.  

Un árbol es sinónimo de una organización compleja, ordenada y armoniosa que sugiere la existencia de un plan a partir de una semilla.  Este proceso asegura constancia y persistencia: de una bellota de roble nace el roble y cada hoja del roble se parece a las demás aún siendo un poco diferente.  
Es de aquí que parte el modelo de árbol que se utiliza para ilustrar la herencia.  Esta idea de continuidad en la historia de una familia es la evidencia de la continuidad material-de las generaciones, ya que el árbol engruesa su tronco con un nuevo anillo y sus ramas crecen y se bifurcan hasta obtener las hojas y las flores.  
El viento y demás fenómenos atmosféricos y biológicos harán que las semillas vuelen y aparezcan en otras tierras para crear el ciclo perfecto de nueva cuenta.  

El mundo actual corriendo velozmente hacia el progreso a veces se olvida de que en realidad marcados con las costumbres de generaciones pasadas.  Lo llevamos dentro de nosotros. 

Los exploradores europeos se asombraron cuando vieron frente a ellos un Baobab africano en las islas de Cabo Verde.  Su aspecto era sumamente curioso, la circunferencia gigantesca de su tronco  y su madera extraordinariamente blanda.  Hoy se tiene clasificada esta variedad en más de veinte países al sur del desierto del Sahara. Debido a que los ejemplares más antiguos están huecos, no se puede llevar con exactitud la contabilidad de sus años de vida.  Además, se siguen cuestionando el hecho de que éste es un árbol que desaparece por completo tal vez por el fenómeno de combustión espontánea. 

Lejos de explicaciones botánicas y científicas, el árbol ha tenido un papel importantísimo en la mitología del Continente.  Cuando en los años sesenta se propuso el proyecto de crear una presa en Zambia, los pueblos africanos alzaron la voz ya que su gran preocupación que dentro de los Baobabs residían los espíritus de sus antepasados.  Finalmente, la "evacuación" de los espíritus se realizó rompiendo las ramas de la parte alta de las copas y amarrándolas a otros Baobabs situados en una zona a salvo.   

En los mitos africanos, cuando el Gran Espíritu creó el mundo, entregó a cada animal un árbol determinado.
El Baobab fue a parar a manos de la hiena quien disgustada lo arrojó al suelo y es por esto que el árbol parece que crece al revés, con las raíces vueltas hacia arriba como si fueran ramas.    La duda que prevalece en la comunidad científica es que debido al calentamiento global y el fenómeno de combustión espontánea, es posible que pronto los Baobabs dejen de existir.  

Otra especie de Baobab se encuentra en Australia y es el Adansonia Gregorii, autóctono de la zona occidental y dotado de una copa hueca de color marrón.  Se dice que a finales del siglo XIX se utilizaba como prisión para aborígenes. La historia no es absolutamente comprobable pero es lo que se les cuenta a la mayoría de los turistas.

En 1994 una pequeña comunidad oaxaqueña fue presa del pánico cuando se supo que el Arbol del Tule estaba muriéndose.  Expertos del mundo entero acudieron a estudiar este ejemplar de ciprés de Moctezuma, de casi 43 metros de altura y circunferencia de 58 metros.  Sus ramas con la curva de una bóveda que semejan la arquitectura de una catedral gótica habían llegado a descender casi hasta el suelo pero ahora las hojas se estaban tornando amarillas en plena primavera y había ramas muertas tiradas todo a su alrededor.
El árbol estaba padeciendo una gigantesca falta de agua - concluyeron los expertos pues durante siglos el ciprés había disfrutado de la abundancia de un carrizal bañado por dos ríos de la región hasta que se fue secando, se erigió una iglesia justo al frente, se hicieron jardines alrededor y se pobló de visitantes y vendedores.   Los consejos que dieron los especialistas:  dotarlo de agua suficiente, poner una valla y desviar el tráfico peatonal se siguieron al pie de la letra y unos seis años después el árbol ya mostraba señales de recuperación.  

Hay quien se abraza de los árboles como suele verse con las secoyas en los bosques de California, pero en Oaxaca la sensación es que el Arbol del Tule es quien abraza y acaricia a uno.   
Respecto a su edad, no ha sido fácil cuantificarla. Su corteza crece a velocidad extraordinaria por estar en una zona con veranos húmedos y cálidos.  Pero la leyenda zapoteca a propósito de su edad es sumamente grata: Un servidor del Ehecatl, dios de las tormentas entre los aztecas, lo plantó para disfrute de la gente de Tule hace unos 1,400 años.    

En una de sus crónicas, Alexander Von Humboldt aseveraba que este gigante no era un árbol sino un conjunto de tres troncos unidos entre sí.   Hoy día los admiradores del árbol ya pueden refutar este argumento pues con el estudio del ADN, el árbol es un único ejemplar y no tres nacidos de otras tantas semillas.  

El cedro del lago Quinault en el estado de Washington está considerado como el mayor árbol de su especie en el mundo.  Es un cedro rojo occidental de la misma variedad que los indios de la costa del Pacífico elegían para tallar un tótem.  La madera de este cedro lamentablemente fue formidable para que los europeos construyeran viviendas por lo que los colonizadores arrasaron con los bosques originales.  Estos cedros inspiraron a Tolkien en la creación de los Ents, una especie de seres mitad árboles y mitad humanos de enormes dimensiones, quienes se dirigen hacia Sauron donde Saruman ha encargado la tala indiscriminada. Los Ents resultan vencedores destrozando con sus raíces la maldita fortaleza .

De gigantes pasamos a los árboles enanos.  A principio del siglo XX se desató en Japón la euforia por ir a la búsqueda de árboles en miniatura en el Monte Ishizuchi o el Monte Fuji.  Esos árboles enanos se habían desarrollado así de forma espontánea entre peñazcos y asotados por el viento y el hielo.   Se pretendió imitarlos y después de años dentro de una prisión forzada en una maceta minúscula se fueron aclimatando a sus nuevas dimensiones.  Los expertos en bonsai dicen que que un árbol puede convertirse en un ser prácticamente inmortal.  No es que hayan encontrado el secreto de la eterna juventud, sino el de la vejez eterna, dicen irónicamente.  

El Arbol de la Noche Triste fue un grandioso ahuehuete- el árbol más famoso de la historia de México, hoy un cadáver calcinado.  En 1980 las noticias anunciaban que el antiguo árbol se había incendiado ardiendo más de seis horas.  Pero esta no fue la primera vez que el árbol era presa de las llamas.
De acuerdo a la crónica periodística, el árbol se incendió por primera vez el 2 de Mayo de 1872.  Hubo muchos señalados pero nada pudo probarse.  El viejo árbol se salvó de milagro. Quedaban aún diferentes capas de corteza por donde podía circular la savia.  Por muchos años se le inyectó alguna sustancia que ayudaría a preservarlo.  Después del segundo incendio en 1980 ya solo queda el rastro y recuerdo de lo que fue aquel enorme ahuehuete.

Abundan metáforas, similitudes y proverbios respecto a la fortaleza del árbol, a la sombra y cobijo que nos brindan.  Hay grupos que se dedican a abrazarlos, otros se dedican a estudiarlos, otros se han dado a la tarea de recopilar sus semillas para preservar su historia. La fundación de Monticello que conserva todo lo relacionado con Tomás Jefferson conserva celosamente semillas de frutos de aquellos árboles que Jefferson plantó y cuidó hace más de 200 años.

El Populus tremuloides- Alamillo- que familiarmente conocemos como aspen, lleva este nombre genérico debido al número y movimiento continuo de sus hojas que parecerían multitud de gente.  El apelativo del latin Tremulus añade además que las hojas están en  constante movimiento creando un sonido aún con el viento más ligero.
Pero lo más interesante del aspen es que sus raíces brotan lateralmente y dan origen a nuevos árboles. Hileras de ellos brotan en áreas deforestadas y en subterráneo están unidos, prácticamente una raíz, una misma energía.  Este es el único árbol que así se comporta.

En nuestros jardines los plantamos cercanos unos de otros. La arquitectura del paisaje es práctica y no poética y por ende se olvida de lo que una vez  Hermann Hesse dijo: Los árboles son solitarios. No son ermitaños que se han aislado a causa de alguna debilidad sino solitarios como hombres grandes en su soledad, como Beethoven, como Nietzche. Sus raíces descansan en lo infinito.  En ellos se han marcado las luchas, las enfermedades, la dicha, la prosperidad, los años flacos y los años frondosos, los ataques superados y las tormentas sobrevividas.  




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